miércoles, 16 de julio de 2014

LA CIUDADANÍA CONTRA LOS PARTIDOS


Fue por la nota de mis amigos Yadira Sosa y Carlos Alberto Hernández que me enteré de la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental, que de no haber sido realizada por el INEGI, pasaría a ser una encuesta más.

De este ejercicio demoscópico nacen preocupaciones que institucional y colectivamente debían movernos a la acción.

Del estudio realizado entre la población de 18 años y más residente en localidades urbanas de 100 mil y más habitantes sobre 31 trámites y servicios (9 son de orden municipal o delegacional, 12 estatal y 10 federal) vergonzosamente, Oaxaca ocupa el último lugar.

Además del indicador de los servicios, la encuesta abre oportunidad a la población para opinar sobre su percepción de la corrupción. Los partidos políticos ocupan el segundo lugar, solo por debajo de la policía en la consideración de las instituciones más corruptas.


En un sistema de gobierno como el mexicano, donde los partidos políticos son la base de la representación popular y de la integración de los gobiernos estos datos son alarmantes.

Los partidos políticos se han ganado a pulso esas valoraciones. Independientemente del discurso y las acciones de sus dirigencias, esa es la percepción de la gente y se tienen que poner manos a la obra para cambiarla.

¿Cuál es el origen de esa percepción? ¿No se supone que tenemos órganos fiscalizadores y normativos de avanzada que vigilan escrupulosamente el actuar de los partidos políticos? ¿No se supone que la creación del nuevo INE que sustituye al INE obedeció en buena medida a la necesidad de poner a los partidos en una caja de cristal?

El origen de esa percepción es el distanciamiento de los partidos con la ciudadanía, deficientes estrategias de comunicación política que no se agotan con campañas de aire, sino con el trabajo incesante de sus estructuras y dirigencias en tierra. Todo ello ha originado una espiral de desprecio: los partidos desprecian a la ciudadanía (ya no se diga al electorado) y los ciudadanos (incluido el electorado) desprecian a los partidos.

Los partidos deben abrirse a la ciudadanía, oxigenar su membresía y dirigencias, ir más allá de los fines mezquinos de la rentabilidad electoral. Dar muestras a una ciudadanía desencantada de que son organizaciones que se deben a los ciudadanos y a sus impuestos y no a sus cúpulas o dirigencias.

Si se logra demostrar alguna utilidad práctica de los partidos políticos en relación a los ciudadanos, no solo la percepción, sino la realidad comenzará a cambiar.

Los partidos políticos (solos o coaligados) que permanezcan en la idea absurda de que con sus votos duros van a seguir preponderando, continuarán recibiendo magistrales lecciones de la realidad. Hay que abrir los ojos al hecho de que ahí donde el voto duro había venido sentando sus reales, su principal enemigo no son los otros partidos sino algo que se llama simulación.

Ojalá todos los partidos pongan manos a la obra pensando en algo más que en ellos mismos. El egoísmo de los triunfos para sí debe ceder su lugar a la generosidad de triunfos para Oaxaca y los oaxaqueños; para México y los mexicanos. En el Partido Verde estamos haciendo lo propio

Twitter : @MoisesMolina


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