miércoles, 16 de julio de 2014

DE LA POLÍTICA O DEL ARTE DE HACER POSIBLE LO DESEABLE

En 1963 del genio de Gabriel Almond y Sydney Verba nació “The civic culture”, un libro que marcó un parteaguas en la historia de las ciencias sociales. De él se desprende un concepto que Roberto Gutiérrez, Doctor en Estudios Sociales, profesor-investigador titular del Departamento de Sociología de la UAM Azcapotzalco, sintetiza de la siguiente manera: “Es la síntesis heterogénea de y en ocasiones contradictoria de valores, juicios y expectativas que conforman la identidad política de los individuos, los grupos sociales o las organizaciones políticas y que, por lo tanto, dibujan el perfil de los sujetos políticos en interacción”. Es el concepto de déficit de ciudadanía.

Por eso no debe extrañarnos lo que sucede en Oaxaca. El déficit de ciudadanía no lo inventamos los oaxaqueños y ha existido en distintas épocas y en todas partes del mundo, sobre todo del mundo subdesarrollado. Ahí donde hay pobreza material, donde la prosperidad encuentra un páramo, indefectiblemente el déficit de ciudadanía está presente, incluso en las ingeniosas construcciones verbales de la sabiduría popular: “Los oaxaqueños son tan conflictivos que hasta la comida enredan” o “Junta a tres oaxaqueños y salen cinco organizaciones”, dicen.

El rumor (a cuyo tratamiento dediqué una entrega completa de LA X EN LA FRENTE http://moisesmolina.org/?p=100), la diatriba, el chisme, la injuria, la calumnia, la grilla, son consecuencia natural de este déficit. Ahí la política se tuerce, se pervierte, se mancha, pierde su significante y degenera en un mal necesario.

Hacer política es entendida por no pocos de quienes la practican e incluso viven de ella como el arte del engaño, del encubrimiento, de la simulación, de la apariencia, del traspié, de la traición y de la mentira. De ser el arte de hacer posible lo deseable se troca en un juego de suma cero donde es posible ganar si y solo si otro pierde.

Política y grilla vienen a ser una y la misma cosa y quienes se profesionalizan en su estudio terminan, en su gran mayoría marginados, rechazados, señalados, comploteados o simplemente decepcionados. La resultante es la misma: quedan fuera del ejercicio de la política porque la mayoría habla un lenguaje que no es el de ellos.

El déficit de ciudadanía victimiza también a quienes no ejercen la política como profesión, ni como estilo de vida. Así los ciudadanos mayores de 18 años no tramitan su credencial de elector; la tramitan para tener una identificación; no acuden a votar o votan en función de los más diversos criterios, menos en función de los criterios que, en un estado de normalidad democrática, debían contar.

Es por eso que la gente entrega cada vez más un voto de amistad o un voto de antipatía; no importan las plataformas electorales (que además, los partidos y las coaliciones cada vez se preocupan menos por difundir); no interesan principios programáticos y en ocasiones, ni siquiera las propuestas de campaña por meros jingles o “sound bites”.

El ciudadano deficitario vota en función de imágenes, colores, sonidos, rumores; y es aquí donde las campañas negras sientan sus reales.

Los partidos y los candidatos han entendido ya bien esta lógica y juegan el juego del ciudadano; las campañas se encarecen y hay necesidad de contratar ilusionistas financieros que desaparezcan ceros de las comprobaciones. La radio, la televisión, los espectaculares, los utilitarios y todo medio de publicidad se entronizan y todos los candidatos son productos en el supermercado de las preferencias electorales. Los partidos se desdibujan y todos se convierten en lo que después de la Segunda Guerra Mindial Otto Kirchheimer denominó “catch all party” (partido atrapa todo).

Si el ejercicio de la política ha de cambiar, no podrá hacerlo sin la formación de una nueva clase política que, desde las universidades entregue a su ciudadanía más futuro que pasado; una nueva generación que entienda que la práctica política no puede ser monopolio de un solo grupo de edad ni de un solo género; que haga política, no grilla con los pies bien puestso en la tierra, pero sin perder de vista las estrellas. Hay jóvenes que hoy están más preparados que los adultos que actualmente toman las decisiones; con más altura de miras; con entusiasmo; con amor por el terruño y por su gente más que por el dinero y el poder.

Los médicos de la política habrán de salir de entre los jóvenes y las mujeres que, responsablemente decidan regresar a la política su dignidad de arte, como actividad humana que busca hacer posible lo deseable.

moisesmolinar@hotmail.com

Twitter: @MoisesMolina

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